Unidad de medida: “el Puñado”

Tras los almuerzos de Semana Santa, los pícnics y las excursiones entre puentes, hay que prestar una pizca de atención adicional, precisamente, a la alimentación.

Pues sí, precisamente, una pizca, esa unidad de medida que todas las abuelas y madres utilizan a diario para darle el sabor justo y el justo equilibrio a los platos junto al “puñado” y al más moderno “q.s.”. Por lo demás, a pesar de contar con una historia milenaria en su haber, la balanza entra en las cocinas solamente a partir de la década de los sesenta del siglo pasado.

De hecho, las primeras referencias a este instrumento de precisión se remontan al año 5000 a.C, en Egipto. Posteriormente, su función principal pasa a ser la de pesar los metales preciosos, consolidándose como un objeto fundamental para los comercios y, únicamente, tras numerosos siglos entra en los laboratorios científicos.

En la actualidad, la cocina de cualquier cocinita que se precie tiene (al menos) un instrumento para pesar los ingredientes, no solamente para hacer una dieta, sino también para preparar alguna receta sacada de un recetario, dejando esa “pizca” y ese “puñado” para nuestras tradiciones familiares. Unas tradiciones, que nos enseñan lo fácil que es obtener grandes resultados con un pequeño gesto: es suficiente un poco de experiencia y algún que otro pequeño truco.

Las unidades de medida de las abuelas

Por ejemplo, esa “pizca” parece equivaler a una cucharadita escasa y esto corresponde a: 3 g de harina, 4 g de azúcar, 4 g de sal fina, 5 g de arroz, 4 g de mantequilla, 3 g de cacao, 2 g de levadura en polvo.

El puñado es complicado de cuantificar, porque las dimensiones de la mano cambian en función de las personas. Aunque se podría identificar una mano media de un adulto con una taza de té. Ahí van algunas ideas: en un mano caben perfectamente 70 g de harina, 80 g de azúcar y 80 g de arroz.

¿Qué hay del q.s.? Es una abreviatura usada en cocina y en farmacia y significa quantum satis, porque sabemos que, cuando hablamos de comida, todo es una cuestión de equilibrio y, sobre todo, de gusto personal, en particular, a la hora de dosificar aceite, sal, pimienta y otras especias.

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