El procedimiento para la fabricación de la tarjeta fue descubierto por el eunuco Ts’ai Lun, gran mandatario de la corte china que, alrededor del año 100 DC. presentó las primeras hojas al emperador.
En lo que también se han denominado las crónicas de Han, se nos revela que (en una mezcla de verdad y leyenda) todos los días meditaba en un estanque utilizado como lavadero donde las mujeres solían ir a lavar la ropa.
Un día notó que las fibrillas separadas de la ropa sucia por el frotamiento, se juntaban para formar una tela. Ts’ai Lun recogió estas fibrillas y las hizo secar, con lo que obtuvo una hoja bastante grande adecuada para ser utilizada para escribir.
La técnica de Ts’ai Lun para obtener hojas de papel fue tan revolucionaria que ha llegado a nuestra época: las fibras tejidas obtuvieron un material ligero y resistente.
Sobra decir que el proceso de Ts’ai Lun se extendió rápidamente fuera de China y llegó por primera vez a la costa japonesa gracias al monje Dokio. También se expandió a la cultura árabe a comienzos del 750 DC. Gracias a las revelaciones de un prisionero chino, un fabricante profesional.
En Europa, concretamente en Italia, fue Marco Polo el autor del primer trabajo en papel cuyo relato narra un viaje, Il Milione, quien desarrolló en esta zona el prodigio del papel, por entonces desconocido.
Una curiosidad: en sus orígenes el papel fue utilizado no sólo para escribir sino que al principio se usó en China como ropa.